

Castlevania: Bloodlines (o la nueva generación si estás en Europa) es una de esas gemas de Génesis que no se habla lo suficiente. Tiene toda la clásica acción de cracking de látigo, con velas que esperarías, pero con este giro genial, estás persiguiendo a Drácula en toda la Europa de la Segunda Guerra Mundial en lugar de los castillos góticos habituales. Los niveles realmente se sienten diferentes por una vez, desde catedrales desmoronadas hasta la Torre Eiffel (sí, realmente).
Obtienes dos personajes para elegir: John Morris, el tipo de látigo estándar al estilo de Belmont, y Eric Lecarde, que lucha con esta lanza ridícula que te permite dar un salto en los enemigos. Siempre voy con Eric porque sus movimientos se sienten más salvajes, pero la buena suerte no se enciende en Medusa encabeza tus primeros intentos.
La música también abofetea: ese chip de sonido Genesis funciona con algunas pistas sorprendentemente malhumoradas entre toda la acción. Simplemente no esperes sinfonía de la exploración de estilo nocturno; Esta es la Castlevania pura y brutal de la vieja escuela donde cada salto debe contar.
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