

Twinkle Tale es una de esas gemas ocultas que te hace preguntarte por qué nunca dejó Japón. A primera vista, parece un lindo y colorido tirador de fantasía, hasta que realmente lo juegas y te das cuenta de lo engañosamente duro que es. Controlas a este pequeño niño mago (¿o tal vez un elfo? Honestamente, no estoy seguro) explotando a través de nueve niveles de enemigos, esquivando balas como si fuera un shmup, especialmente durante esas enormes peleas de jefes que ocupan la mitad de la pantalla.
Los controles son ajustados, y el arte de los píxeles tiene este ambiente soñador, como si alguien convirtiera una película de Ghibli en una carrera y cañera. Pero no dejes que el encanto te engañe; Algunas de esas etapas posteriores te destruirán si no tienes cuidado. Tiene ese equilibrio perfecto de ser accesible pero castigador, el tipo de juego en el que volverás a intentar un nivel solo para ver si puedes apretar sin recibir un golpe.
Y sí, ahora es estúpidamente raro. Si alguna vez tropieza con una copia, agarra antes de que algún coleccionista la arrebata.
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